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LA TITAN DESERT: UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE

Hoy damos la voz a dos de nuestros socios Toni de Gregorio y Quique Ballester para que nos cuenten su experiencia en una de las grandes carreras de ciclismo a la que se puede enfrentar un amateur, la Titan Desert.

Son las 6:00 A.M del domingo 28 de abril de 2019. Los nervios y la agitación del viaje no nos han dejado apenas dormir. De repente, en medio de la quietud de la noche en el desierto, suena la canción Ho Hey (The Lumineers) y acto seguido el speaker nos apremia a levantarnos a la voz de “Buenos días Titanes” … ¡comienza la Titan Desert!.
No estamos soñando, estamos allí … en el interior de la Haima nº 89, en el campamento de Merzouga, a punto de empezar a vivir esta inolvidable experiencia. Hace años conocimos esta prueba y nos cautivó la idea de pedalear por el desierto, atravesar sus dunas, sus secos uadis y sus extensos platós. Movernos por la inmensidad de su espacio, como hacen los nómadas, de campamento en campamento. Habían pasado años y las estrellas, que tan intensamente brillan por estos lares, se habían alineado para que al fin participáramos en esta maravillosa aventura de 6 etapas, recorriendo más de
600 kilómetros por el desierto del Sáhara, al sur de Marruecos, en la provincia de Errachídia.
Incertidumbre y emoción se juntaban en la línea de salida cuando comenzaban a sonar los acordes de Titanium (David Guetta), música que nos acompañaría al inicio de cada una de las 6 etapas, erizando el bello del más insensible y resultando una inyección de adrenalina absolutamente necesaria para enfrentarse cada mañana a recorridos de más de 100 kms. en un entorno muy hostil.

Comienza la primera etapa de la Titan con un pedaleo que quería ser vivo y al mismo tiempo contenido y en pocos kilómetros nos plantamos a los pies de la gran duna de Erg Chebbi. El paisaje parece totalmente un decorado en el que, de repente, han irrumpido unos intrépidos ciclistas que perfectamente alineados crestean las suaves lomas de arena dorada, dando lugar a una imagen imborrable en nuestras retinas. Superado el primer paso de dunas de esta edición, empezamos a conocer otros paisajes atravesando pistas pedregosas, rocosas y arenosas que nos conducen por sorpresa al oasis de Tizzermint. Con el paso de los kilómetros las fuerzas van flaqueando, la elevada temperatura va haciendo mella y en algunos tramos, el desierto te obliga irremediablemente a pedalear en solitario. Uno contra la soledad del desierto.

Son momentos en donde se te aparecen algunos fantasmas (deshidratación, desfallecimiento, insolación, …) aunque la ilusión, el esfuerzo y la determinación por superar la etapa ganan el primer asalto al desierto y en los últimos kilómetros nos juntamos para alcanzar la meta y fundirnos en un abrazo.

La segunda jornada es la primera parte de la etapa Maratón en la que no existe ningún tipo de ayuda a la navegación. Los participantes tenemos que completar el recorrido en un terreno completamente desértico con zonas rocosas, arenosas y el inevitable paso de un cordón de dunas llevando encima todo lo necesario para alimentarnos y pasar dos días en el desierto sin ningún tipo de asistencia externa: aventura en estado puro.
La navegación no es nuestro fuerte y desde el comienzo decidimos seguir la rueda de otros participantes que se organizan solidariamente para afrontar la etapa juntos. Tras el paso de una dificultad montañosa que nos lleva a coronar una cima en la que está situado un CP (control de paso), iniciamos un rápido y resbaladizo descenso que termina en un gran paso de unos 5 kms por un cordón de dunas que, a la postre, hará estragos entre los participantes al tener que soportar la exigencia de sus pendientes arenosas unido a los 37º que marca el termómetro. Esta etapa se convierte en una jornada de pura supervivencia en la que, como ocurre en la vida, hay momentos en donde no hay opción, tenemos que “mirar hacía adelante” y saber escoger con quién queremos ir acompañados, ya que de esta elección depende que nuestra “navegación” nos conduzca al destino deseado.

No alcanzamos la meta juntos pero en un corto espacio de tiempo, exhaustos aunque satisfechos, nos reencontramos en él recóndito campamento de Ouzina. Sin tiempo para recuperarnos del esfuerzo, una triste noticia invade el ambiente: un ciclista ha fallecido en la etapa y su recuerdo quedará para siempre en aquellas dunas. Un pensamiento común se apodera de toda la gran familia de titanes: podíamos haber sido cualquiera. Y al mismo tiempo un único sentimiento: se marchó haciendo lo que soñaba hacer. Descansa en Paz, Fernando.

La tercera etapa se inicia con uno de los silencios mas estremecedores que he escuchado jamás … porque en el desierto el silencio se escucha. Un minuto de silencio en memoria de Fernando, un verdadero Titán, al que el resto de sus compañeros
aspirantes, dedicamos una etapa que es neutralizada por la organización en señal de duelo. Momento para reflexionar, rodar pausado y vivir la otra Titan que no es la deportiva y que te enseña a distinguir lo que realmente es importante en la vida. Con
la mirada hacía el cielo y lágrimas en los ojos, cruzamos la meta de la tercera jornada. Después de la conmoción toca recuperarse anímicamente y empezar a afrontar la segunda parte de la carrera, sin dunas aunque más montañosa. La cuarta etapa se presentaba de transición y aunque no era sencilla por la distancia y diversidad del terreno (atravesamos un gran lago salado -chott-) terminó siendo una etapa que afianzó nuestras posibilidades, gracias a un buen trabajo en equipo que nos permitió rodar

juntos, pendientes de las fuerzas de cada uno, con el objetivo puesto en la etapa y la mente en la misión de ser finishers. De esta forma llegamos al campamento de M´ssici con posibilidades intactas de convertirnos en titanes.

El penúltimo escollo que había que superar, la etapa reina, era la etapa más larga (125 kms.) y de mayor desnivel (1535 mts.). Se adentraba en un cañón montañoso en el que nos esperaba el Skoda Challenge, una cromo escalada de un puerto de 14 kms. con pendientes que llegaban hasta el 14% para alcanzar una cota máxima de 1.300 mts. de altitud. Durante toda la carrera, y especialmente en esta etapa, seguimos un plan pensado y preparado previamente, sin dejar nada a la improvisación … y nos estaba dando resultado. Al cruzar la meta en el campamento de El Jorf y llegar justo antes de
que se desatara una tormenta de arena, nos dimos cuenta de que nos había dado resultado y sin poder contener la emoción, ya casi nos veíamos titanes.


El último día, en la sexta y última etapa, el desierto te da tregua. Terreno blando, grandes platós, continuos bancos de arena superados de forma sorprendente con la pericia adquirida con el paso de etapas anteriores. Una despedida a ese desierto que 5 días antes te recibía de manera hostil y era implacable ante todo aquel que mostrara falta de carácter para enfrentarse a él y finalmente se convertía en tu fiel valedor para alzarte con el título de Titán y recoger tu piedra fósil al cruzar la última y definitiva meta en Maadid.

La aventura ha terminado pero la experiencia continua … porque trasciende lo puramente deportivo. Vinimos con la intención de vivirla al máximo y volvemos con una gran enseñanza que nos deja el Desierto …un lugar en donde en medio de la Nada uno aprende que en la Sencillez está la grandeza del Espíritu. Por eso, como dice la canción que nos despertó cada mañana: “mi lugar está contigo y tu lugar está conmigo”.


Toni de Gregorio & Quique Ballester
Titanes … pero sobre todo Correcas.


Mayo, 2019